Llegando al octavo día en que debía ser circuncidado el niño, cumpliendo asimismo el tiempo de purificación de la madre, según la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarle al
Señor, con la ofrenda a Dios y exclamó "Ahora, Señor, ahora si que sacas paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa.
Porque mis ojos han visto al salvador que nos has dado".